27 diciembre, 2010

Carta a un amigo 2

A un amigo al que aprecio muchísimo y realmente conozco poco, aunque me basta mirarle a los ojos para saber cómo se siente en cada momento, para saber si es feliz en todos y cada uno de los ámbitos de su vida.


En mucho tiempo realmente solo hemos hablado en un par de ocasiones, me habría gustado que fuesen más.Nuestro sino, parece estar marcado por lo distancia, tanto física como presencial. Aunque sé muy bien, que no espiritual. Algo extraño nos atrae i repele a un mismo tiempo.

Es una persona muy insegura, se deja llevar a menudo por quien en esos momentos le suele aconsejar. Yo soy poco amiga de dar consejos, pues prefiero dar muestras, aun sin que la persona a la que van dirigidas se dé por aludida. Tengo la sensación que los consejos en ocasiones son muy subjetivos, siempre en función e interés del consejero, bueno la mayoría de las veces, que pueden hacer mucho daño si no son bien interpretados e incluso pueden manipular al aconsejado.

Lo cierto es que, me gustaría ver mi amigo tomando las riendas de su vida sin escuchar a tantas otras personas, que se armase de valor y eliminase de su vida aquello que no le hace bien, aunque él crea morir sin ello. Y por el contrario, retomase con más fuerza aquellas que él sabe muy bien, son profundamente beneficiosas para su vida, para su madurez, para afrontar de pleno su evolución como persona y como ser. Quizás las tenga un poco olvidadas en su ensoñación utópica del amor que tanto daño hace.

Realmente en estos días no lo estoy viendo feliz, lo siento distante, abstraído en sus pensamientos y propenso a la depresión que nada le beneficia. Vivió un amor de verano muy bonito, clandestino, apasionante, de lo más romántico que le devolvió a la vida y que en estos momentos, creo, igual se la está quitando. Estos días está huraño, encerrado en su problema (y aunque nada me dijo, nuestra conexión es tan grande que he podido deducir, se llama Irene). A la chica en cuestión no la conozco, debe ser encantadora, por supuesto, le robó el corazón, el alma al completo e incluso el sentido y el sentir a mi amigo. Un amigo del que no necesito oír una palabra pronunciada(para ver brillar o parpadear su interior), aunque me gustaría, claro que sí, me encantaría pasar horas, días, años conversando con él, amena e inteligente conversación la suya, de sus labios me gustaría oír algunas verdades ocultas en su fuero interno, espinas clavadas que necesita sacar. Yo me ofrezco para ser su hombro sobre el que descargar, sino que clase de amiga sería.

Lo conocí en días felices de vinos y risas, también lloró, ignoro el significado de sus lágrimas y su dolor o su dicha, nunca más lo volví a sentir igual. Y cierto es que me gustaría devolver a sus ojos ese brillo del que me enamoré tras la barra de un bar, sin haber reconocido que aquellos ojos eran sus ojos, eso lo supe después.

Cierto es que me gustaría, verlo otra vez andando despreocupado por la calle, con la cabeza alta y llena de proyectos, preocupado por sacar a su empresa hacia adelante y no encogido como lo estoy viendo estos días, huidizo, que no se atreve a mirarme de frente más que fracciones de segundo, quizás por miedo a que pueda ver, más de lo que a él le gustaría. He llegado a pensar que se incomoda con mi presencia. Más no me atrevo a preguntar.

Y yo le digo a mi amigo desde estas líneas que una y mil veces me ofreceré a ayudarle si él está dispuesto a aceptar este ofrecimiento. Que Una y mil veces voy a estar para lo que necesite. Para reír, tomarnos unas cañas y pegarnos unos bailes, para hablar de la cosa más pequeña e insignificante o la más grande y profunda preocupación, para darnos un abrazo y sentir el calor verdadero, las muestras de afecto más sincero y achuchones de energía cuando uno la necesite del otro, pidiéndola y recibiendo sin haberla pedido.

Sé que las palabras duelen, sé que quizás estas que he escrito le suenen algo extrañas, pero me duele mucho más mirar a sus ojos y no encontrarlo a él, cuando lo miro veo vagos vestigios de lo que un día vi.

Y lo veo algo más pequeñito, algo más apagado, olvidando esa gran luz que brilla en su interior, esa luz que un día me deslumbró, que me cautivó, esa luz que no he olvidado y que me gustaría volver a ver pronto.

De una loca que sueña pasar más tiempo con su amigo por que la amistad también es egoísta, pero sabiendo ser generosa le cede su espacio y su tiempo sin reproches pues es lo que necesita en este momento.

Amigo mío. Antoine De Saint-Exupéry

Amigo mío,

tengo tanta necesidad de tu amistad.

Tengo sed de un compañero que respete en mí,

por encima de los litigios de la razón,

el peregrino de aquel fuego.

A veces tengo necesidad de gustar por adelantado el calor prometido,

y descansar, más allá de mí mismo,

en esa cita que será la nuestra.

Hallo la paz.

Más allá de mis palabras torpes,

más allá de los razonamientos que me pueden engañar,

tú consideras en mí, simplemente al Hombre,

tú honras en mí al embajador de creencias,

de costumbres, de amores particulares.

Si difiero de ti, lejos de menoscabarte te engrandezco.

Me interrogas como se interroga al viajero,

Yo, que como todos, experimento la necesidad de ser reconocido,

me siento puro en ti y voy hacia ti.

Tengo necesidad de ir allí donde soy puro.

Jamás han sido mis fórmulas ni mis andanzas

las que te informaron acerca de lo que soy,

sino que la aceptación de quien soy te ha hecho

necesariamente indulgente para con esas andanzas y esas fórmulas.

Te estoy agradecido porque me recibes tal como soy.

¿Qué he de hacer con un amigo que me juzga?

Si todavía combato, combatiré un poco por ti.

Tengo necesidad de ti. Tengo necesidad de ayudarte a vivir





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