26 abril, 2012

EXTRAÑOS

Hola, después de tanto tiempo.

Parece que después de haber recopilado mis relatos y dar forma a mi primer libro, se me acabaron las palabras.

Aunque invertí muchísima energía en publicarlo, aun no ha visto la luz en formato papel, aunque si en digital, lo he regalado a algún amig@ íntimo y sin pretensiones se que ha gustado, al menos eso me han dicho.

He seguido escribiendo aunque a una velocidad mucho menor, falta de tiempo, aunque en ocasiones he pensado que mi musa me había abandonado. 

Hoy se que no es así.

Es por eso que voy a compartir un  pequeño relato sobre la seducción.



EXTRAÑOS

Una de tantas tardes en las que suelo pasear por mi Barcelona, una de tantas tardes descansando en mi inigualable Café de la Opera, una de tantas tardes deseando que un desconocido de vuelta a casa me regalase una rosa de modo totalmente impulsivo, descarado, atrevido.

Pues bien, sentada en una de las mesas del fondo del Café, desde donde controlo en su totalidad la estancia, sus rincones, los que vienen, los que se van, la barra, a los camareros, incluso a las personas que apresuradamente pasan por la calle.

Mientras estaba ensimismada mirando del interior hacia el exterior, se abrió la puerta, entró aire fresco que trajo con él aun hombre alto, bien formado, atractivo. Bajé la mirada, centré toda mi atención en el libro que estaba leyendo, sonrojada y aun con la boca abierta.

De repente siento una presencia junto a mi, no me atrevía a levanta la vista, aun tiempo esperaba que fuese él, aun tiempo me sentía tan tímida y avergonzada que era incapaz de mover ni un dedo. Una voz masculina, muy sexy, me preguntó está libe? puedo sentarme?. Era una voz desconocida para mi, y aun sin mirar la respuesta fue no, si. 

Alcé la vista y ahí estaba él, un hombre vestido de los pies a la cabeza de color verde, de piel tostada, grandes ojos verdes, labios sensuales y una mirada penetrante. Fue un momento mágico, yo lo miraba, el me miraba. Podríamos decir que en aquella mirada durante unos minutos fuimos uno solo.

DOS EXTRAÑOS, dejando de serlo sin decir palabra. 

Sentí calor en todo el cuerpo, con el corazón acelerado dí gracias al camarero que se acercó para preguntar que quería tomar. Recobré el aliento, respiré hondo. Para los camareros yo era como de la familia, pasaba mucho tiempo allí. Así que tampoco necesitábamos mediar palabra para comunicarnos. 

Pepe, así se llamaba el camarero, mi camarero. Una persona muy especial, cuando me miraba ya sabía mi estado de animo, si necesitaba ayuda, si necesitaba ser rescatada, si quería un café o una copa de vino. Muy de vez en cuando y siempre por cortesía preguntaba todo bien?

Esa tarde como de costumbre también preguntó, y aun travieso guiño mio casi le provoca una carcajada contenida. Se retiró, volvió con un café con leche y se volvió a marchar.

Fue entonces cuando, ya recompuesta intercambiamos algunas palabras. Primero sobre el libro que estaba leyendo y tomando notas. Después ya ni lo recuerdo, desde el otro lado de la mesa podía percibir su perfume, mezcla de sándalo y especies. Embriagador, un aroma que me transporta a un baño turco, cálido y exótico. Mientras divagan mis pensamientos evocando otros países, distraída juego con el lápiz con el que escribo, bueno escribía... se cayó. Para recuperarlo me deslicé bajo la mesa y ahí estaba él, también bajo la mesa instantáneamente acariciándome la mano que ya sostenía el lápiz. El tiempo se detuvo, nosotros también. 

Al incorporarnos miré el reloj, era bastante tarde, aunque aun podía demorar mi partida, me despedí y marché apresuradamente después de pagar mi café. Al salir a la calle me sentí desorientada, aturdida, feliz.

Sabía que no lo iba a volver a ver, tenía  la sensación de haber vivido en un sueño, de eso de los que no quieres despertar. Guié mis pasos Rambla arriba, en dirección al tren, ya era de noche. Las luces iluminaba la ciudad. Los pasos sordos de los paseante acompañaban mi caminar cuando, alguien tocó mi hombro, sobresaltada me giré y de nuevo él estaba allí. 

Definitivamente ese hombre estaba otra vez ante mi, pero esta vez no estaba solo, estaba acompañado de un enorme ramo de rosas rojas aterciopeladas con una nota. Mirandome fijamente, con su grandes ojos verdes de mirada penetrante y haciendo un además me ofreció aquel espectacular RAMO DE ROSAS ROJAS, atónita leí la nota mientras temblorosa abrazaba las flores delicadamente. 
La nota decía así أحبك, Ich liebe dich,Je t'aime




أريد أن أقضي بقية حياتي معك
Ich möchte den Rest meines Lebens mit dir verbringen
Je veux passer le reste de ma vie avec toi


UN SUEÑO CUMPLIDO, multiplicado por mil. Con el tiempo pude saber que aquel hombre es bereber, que desde pequeño vivió en Francia y que lleva años viviendo en Alemania.













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