16 julio, 2012

Tu eliges el final...





Al despertar palpo el colchón y no estas, en tu ausencia cálidos rayos de sol.

Voy a la sala, huelo  a café recién hecho en la cocina y las tostadas aun humeantes sobre la mesa llevan mi nombre. Sirvo café para dos, unto las tostadas con mantequilla y sobre esta hilos de cacao a la taza en su justa temperatura. 

Pienso, en tan deliciosa mezcla, dulce y salado, reparo en tu no presencia. 

Salgo al jardín, hace un día estupendo y el olor a hierva recién cortada embriagaba mis sentidos, aun húmeda por el rocío de la madrugada. La brisa fresca acaricia mi piel, un escalofrío recorre todo mi cuerpo tan solo protegido por un fino y corto, muy corto camisón de seda blanca. Mientras, mis pies hundidos en el césped parecen  atraer hacia sí todas las gotas de agua, están empapados, así que decido regresar al interior.

Atravieso la sala, oigo el agua de la ducha caer. Paralizada allí, en el umbral contemplo tu cuerpo distorsionado por los cristales, frontera ahumada por el vaho. Me acerco sigilosa,  sin hacer ruido. Por unos momentos dudo..., entre eliminar fronteras o desayunar y marchame a mi casa.

Nada me retiene allí, solo el recuerdo de una velada maravillosa con un postre exquisito.

Nada pierdo al quedarme y decido avanzar. Decido franquear el cristal empañado que tan solo insinúa la desnudez de tu cuerpo.

Ausente a todo, sin advertir mi presencia, tan silenciosa cuan pantera acercándose a su presa.

Por el murmullo del agua cayendo sobre tu piel no oyes mi respiración en tu espalda. La sientes, la percibes, la intuyes mas no mueves ni un musculo. Y sigo mirando ese cuerpo firme, el triangulo que forman tus hombros y tu cintura, aunque mi mirada guiada por la ley de la gravedad va bajando por tu columna vertebral para clavarse, fija en tus glúteos. No puedo resistir, mi dedo indice se alza como hipnotizado para deslizarse sobre la húmeda piel de tu cálido cuerpo desnudo. Con movimiento torpe y tímido, le siguen el resto de dedos,  y a una mano la otra, con suaves caricias se deslizan oscilantes desde la nuca al coxis. 

Allí parado, inmóvil, estabas tu dejándote querer, seducir, amar. Por un amor fugaz, a la expectativa sin saber que va a pasa. En ese justo momento rozo con mis labios esa piel, tu piel suave, mojada, resbaladiza, apenas un instante, solo uno. Siento como el agua que cae también me empapa y como mi diminuto camisón no deja nada de mi a la imaginación del prójimo. Siento como las gotas resbalan por mi cuerpo, me estremezco, recorren cada rincón de mi ser.

Totalmente absorta en el perfume del momento rodeo tu torso con mis manos, lo abrazo, tu espalda y mi pecho son solo uno. Sin separarme ni un milímetro rodeo tu cuerpo hasta quedar cada a cara. 

Tus brazos rodean mi cuello, en este momento nuestras bocas quedan casi unidas, apenas separadas, pero no nos besamos, aun queda saborearnos con la mirada. Cada vez más, aumenta el ritmo a rítmico de nuestros latidos, piel que por momentos se sensibiliza, se eriza, cada poro habla por si mismo. 

Qué sensación! 

Y no nos besamos, aun no, aumenta la tensión, el deseo, la excitación mientras nuestras miradas hacen el amor, desprendiendo sensualidad, sexualidad. Vuelvo a deslizar mis manos por tu espalda y mi pecho por el tuyo, hasta encontrar ante mi tu miembro eréctil. Lo miro, lo deseo, ...


Algo extraño, ajeno, turba todo mi ser y me hace salir de este placentero trance, aterrizo, me caigo de tan excitante sueño. El sonido mágico de nuestros latidos se convirtió en la alarma del despertador. Aturdida me levanto, preparo café y mientras la tostadora hace su trabajo, me deslizo hacia la ducha. Lo único cierto en todo el sueño es mi camisón de seda blanco, corto, muy corto. Mientras me enjabono, eres tu quien entra en la ducha conmigo. 

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