16 julio, 2012

Juegos de Seducción


JUEGOS DE SEDUCCIÓN


Andando por la calle, una sonrisa te deslumbra, una mirada te cautiva, una cara te enamora, un cuerpo te derrite.

Y pasas el resto del día recordando ensimismada esa sonrisa, esa mirada, esa cara, ese cuerpo.

En el trabajo andas distraída, con los amigos desconectada porque toda tu atención es presa de ese recuerdo por el que suspiras.

Ya relajada en casa, te permites el lujo de recrear ampliamente esa ensoñación en la que has estado sumergida durante no sabes cuantas horas. Cierras los ojos y tu mente se dispara.

Esa sonrisa deslumbrante te pregunta la hora, y tú quieres responder, es la hora perfecta para un café.

Esa mirada que te cautiva y a la que no puedes dejar de mirar le giñas coqueta y pícaramente un ojo.

Esa cara que te enamoró te sugiere una leve caricia pasando tus dedos desde el lóbulo de su oreja hasta su mentón.

Ese cuerpo que te derritió enrojece tus mejillas, reconoces el deseo en cada uno de tus poros.

En tu mente sólo hay retazos de unos cuerpos que desconoces, de unos seres anónimos. Imaginas todos esos atributos reunidos en una sola persona y empiezas a crear una estrategia alucinógena para conquistarla.

Las bibliotecas son perfectas para seducir, tan silenciosas y repletas de miradas misteriosas. Frente a ti, dos mesas más allá se encuentra la persona de tus sueños, la miras hasta que ella te devuelve la mirada. Ya empezó el juego.

Las cenas de amigos, donde siempre aparece alguien nuevo son ideales para seducir y dejarse seducir, distendidas, informales, alegres, donde la confianza convierte en anónimos los actos de todos y aun así nunca se pasa desapercibido totalmente. Las risa, el vino, el buen humor y las conversaciones amenas dan paso a miradas de complicidad por alguna frase certera, por algún gesto o gusto compartido, nos unimos por afinidad, por swing, por una carcajada o un pestañeo, algo nos llama la atención y por algo llamamos la atención y cuando esa atención es mutua, saltan chispas.

Cuando las miradas se unen por más tiempo de lo normal, ausentes al entorno, cuando un simple roce sin intención nos eriza la piel, jugamos, nos volvemos traviesos, y esa caricia inconsciente, accidental, deja de serlo para ser buscada y correspondida. Desde extremos opuestos de la sala volvemos a buscar esa mirada, esa sonrisa, esa cara y ese cuerpo, para acortar distancias en la lejanía.

Nos volvemos a reencontrar, mis dedos buscando tus dedos que acaricio suavemente, con intención. Me retiro a buscar otra copa de campange, me sigues, en la barra rodeas suavemente mi cintura para acercarte a mi oído y susurrarme lo radiante que estoy. Me vuelvo para mirarte cara a cara y perderme en esos inmensos ojos, te devuelvo una sonrisa donde el tiempo se detiene. Percibo tu perfume que penetra en mí para no ser olvidado. No puedo apartar mis ojos de los tuyos, es tanto lo que transmiten, ternura, calidez, confianza, travesura, misterio, deseo,…

Me dejo arrastrar por todas esas sensaciones. Saco de mi pequeño bolso un bolígrafo de diseño y trozo de papel, apunto mi número de teléfono y me despido, muy a mi pesar, diciendo que ya es muy tarde.

Al día siguiente, me despierta el sonido del timbre, medio dormida contesto y alguien al que no conozco me dice que tiene un paquete para mí. Sorprendida abro la puerta, un uniforme de florista me hace entrega de una caja perfectamente decorada.

Le doy las gracias y cierro la puerta tras de mí. Asombrada, pues nadie hasta el momento me había mandado flores a casa, abro la caja y junto a una hermosa rosa roja aterciopelada había una nota.

“no pude resistir la tentación de preguntar a tus amigos por ti y saber dónde encontrarte, si me permites, te espero en el CAFÉ ROYAL, hoy a las 12:00 para tomar el aperitivo. Allí estaré puntual”

Todo en mí se descolocó, las rosas rojas aterciopeladas son mis preferidas, el CAFÉ ROYAL es donde sirven los aperitivos más exquisitos de la ciudad y un lugar excepcional para conversar.

Ni tan siquiera conocía su nombre, nadie nos presentó en la cena del día anterior, quizás dieron por hecho que ya nos conocíamos. Dudé un instante, aquello no podía ser real.

“Pero, allí estuve puntual”.

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