24 octubre, 2012

También espero...





 También espero tener de nuevo una oportunidad contigo de abrirme para "ver".


Desde que he leído estas palabras hoy todo mi mundo se ha tambaleado. Jamás creí que un día leería algo parecido.  

Puertas que creía cerradas con mil llaves arrojadas desde el precipicio de un acantilado, dejan entrever rayos de luz por el quicio de la mancebía. Candiles sin aceite ya extinguidos vislumbran tímida llama humeante, ilusión soterrada etérea se vuelve.

Un vuelco me da el corazón, ante el descubrimiento de emociones firmemente escondidas, asumidas como olvidadas traen a mi mente una sucesión de imágenes difíciles de archivar, detenidas en un instante,...

Cuando menos las palabras, cuando más el ensimismamiento, para dar paso a la distancia y al silencio. 

Mas una cosa es cierta, los recuerdos nunca mueren mientras son recordados. Una parte de nosotros los retienen, nuestro cerebro los procesan y las profundidades del ser les vuelven a dar forma. Como si de una antigua fotografía se tratase, como salidos del añejo celuloide cobran vida los sentimientos retraídos, contenidos, encapsulados, en cierto modo enquistados por no poder ser libres, por no poder volar lejos al reencuentro, ensoñación de postal desubicada en el tiempo.

Y esa puerta que imaginada hermética ha abierto una brecha penetrante y penetrable en mi. Una herida abandonada, omitida, callada, enterrada en el fulgor de su sentir, quizá... pueda volverse a abrir, esta vez con la esperanza de ser curada, atendida, mimada y sobre todo correspondida.

Pero solo es una ilusión,  esperanza vana alberga el alma de aquel que algo perdió sin ser suyo y ansía recuperar en el discernimiento del sueño furtivo. Cuan paisaje perdido en la niebla se desvanece en el amanecer del despertar. Ilustración alegórica de un pedazo de vida que el viento mueve a su antojo sabiendo lo poco que tiene de real.

Algo he descubierto y que también creía olvidado, tengo un corazón sensible que es capaz de sentir y estremecerse por esos pequeños regalos que nos hace la vida, sin avisar, sin importar cuan grandes o pequeños sean, si todo tu cuerpo es fruto de zozobra, si tu respiración se acelera con unas letras pautadas y ordenadas lógicamente, aun en sentido figurado. 

He recuperado un corazón que creía oxidado. Para ser consciente de la rendija en penumbra que siempre hubo en él. De aquella puerta que jamás cerré por ilusa, cuyo cerrojo jamás sellé, ni rubrica hubo con llave alguna. Ni tampoco traspasé por miedo, por la que no luche ni peleé por respeto. Aquella que nunca crucé por pánico al incierto abismo. 



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