Las vueltas que da la vida

.Sabemos donde estamos y lo que queremos,

 no sabemos el camino ni si un día llegaremos.

Esperó una llamada que no llegó. Espero que algo mágico aconteciese en su vida y no ocurrió.

No en aquel momento, pero la magia existe, en cualquier lugar. Cuando creyó que sus vacaciones serian insípidas e introspectivas a fuerza mayor, a decir verdad por voluntad propia, algo alteró su solitud.

Truncada ilusión, meditaciones que no se meditaron en el medio y compañía anhelada, estrellas que no se contemplaron junto al dios Baco. Conversaciones nocturnas, huecas en el silencio de la distancia. Arroyo que no murmuró, vegetación que no se contempló, árbol que sombra no dio.

El destino, le ofrendo unos días de paz, sosiego, amistad profunda y energía reparadora.

El destino condujo a un refugio de montaña, en la sierra, rodeada de bellos paisaje, en su interior calor de hogar desprendía el fuego a tierra, aislando de los primeros fríos en los últimos días del estío.

Es pequeño y acogedor, piedra y madera, chimenea. Su pozo, un regalo, rueda la polea, sube el cubo, agua. Fresca, enérgica, vitaminada, que sed.

Recién instalados salieron los cuatro amigos al huerto, recolectaron, rieron y bromearon. Ella la dama, (así la hacían sentir sus caballeros) atizó el fuego del hogar, a la luz de una tenue lámpara, leyó “Dime quien soy” de Julia Navarro. Sus caballeros, un antropólogo, un filósofo y un historiador charlaban animadamente mientras preparaban la cena a base de verduras y hortalizas recién cogidas y tabla de quesos traídos de Francia y Suiza.

Con el café las copas, el humo de los cigarrillos habitaba en la estancia. Abrumador, al mismo tiempo romántico. Larga y distendida conversación, puesta al día.

Hasta que a uno de los caballeros se le ocurrió sacar de su elegante maletín, su fragrante Apel. Quedaron todos absortos con tal magnifico aparato que fue pasando de mano en mano.

En ese momento se acabó la conversación y comenzó este relato. Ellos se fueron a dormir.