23 septiembre, 2010

Siempre París



Muy lejos de una cita romántica en la ciudad de la luz, esta vez mi tránsito por la ribera del Sena fue agitado, arriesgado, apasionado.


Serena actitud, amplia aptitud, buena dosis social club.

Negocios, risas, divertimentos, María Olé, laberintos, pies cansados, cócteles para dos, para tres, para una multitud. Hoy, mañana y siempre.

Frio en la oscuridad nocturna, agoniza el verano francés. Caluroso ecuador, mediodía.

Veladas tranquilas, trio de damas, tres copas, vino, postre, “ne fumer pas”, café y cigarro, terraza, congeladas.

Negocios, euros, cheques, incertidumbre. Prosperidad presente, augurios futuros, proyectos, concreciones, puertas y ventanas abiertas.

Aire que silva, me abraza, me mima, me lleva de nuevo a sus calles.

No lo recordaba así, sucio, maltratado, metros fétidos, viejos. Perdió gran parte de su glamour, quedándose en decadencia perpetua. Sus paredes derraman encanto, historia y colores plasmados cual lienzo de siglos pasados.

Aun anclada en tiempo pretérito destila encanto especial, en sus añejos, en sus modernos edificios, sus puertas, sus arcos, sus rotondas, sus plazas, sus “bateaux” al compás del rio, sus edificaciones religiosas, sus escaparates, sus…, sus….

No veo el momento de volver a sumergirme en su esencia, en sus cientos de museos, envolverme de su sensual lenguaje.

París siempre me espera.

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